El
nuevo hotel de cinco estrellas, Ohla Eixample, ha abierto sus puertas el pasado
lunes 25 de Abril en la calle Còrsega 289 de Barcelona, cerca de la Rambla de
Catalunya, del Passeig de Gràcia y de la Avinguda Diagonal. Con un total de 94
habitaciones, el hotel cuenta con el restaurante de alta gastronomía Xerta;
tres salas polivalentes de convenciones y eventos; una terraza en un patio del
Eixample y una azotea con vistas. Destaca, como característica de este hotel
urbano, la piscina climatizada situada en la terraza del mismo. El nuevo hotel
combina diseño vanguardista, máxima funcionalidad, nuevas tecnologías y un
concepto creativo basado en la cerámica artística y la música clásica.
Sumamente
respetuoso con su privilegiado entorno urbano, el Ohla Eixample se ha
construido en un edificio de los años setenta del siglo pasado que fue diseñado
y construido para albergar oficinas. Como bajo su subsuelo circulan el metro y
los ferrocarriles, el arquitecto responsable, Daniel Isern, ha empleado una
tecnología que es pionera en España, segunda en Europa y que evita los ruidos y
las vibraciones. Esta obra civil ha consistido en cortar los antiguos pilares,
colocar muelles amortiguadores sísmicos y elevar el edificio con gatos hidráulicos.
De este modo, el hotel queda suspendido como si fuese flotante, lo cual
garantiza la insonorización y la eliminación de las vibraciones.
Frente
a la arquitectura desvinculada de cualquier tradición, o las grandes fachadas
planas de vidrio heredadas de los años 70, el arquitecto plantea un volumen
realizado en módulos verticales de distintas proporciones que desdibujan el
número de plantas, quedando interrumpidas por 5 cajas de madera.
Para
su realización se eligió un material que lleva acompañándonos desde siempre y
en parte nos define como sociedad, la cerámica, y se utiliza su textura, luz y
matices de color para crear un espacio confortable que resguarde al cliente del
exterior.
Para
su acabado se buscó una textura gravada de manera que permitiera producir
infinidad de piezas todas con cierta similitud, como si hubieran sido grabadas
por la misma mano y juntas dibujan un gran mural.
Con
este fin, el arquitecto del proyecto junto al ceramista Toni Cumella y la inestimable
ayuda del Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya han aplicado la
robótica al proceso de fabricación de la cerámica. Su textura se ha conseguido
mediante un algoritmo que transforma la música en dibujos que el robot graba
sobre cada pieza mientras se fabrica. Cada pieza incorpora ocho segundos de los
trazos de la banda sonora, que es la versión recompuesta por Max Richter de Las
cuatro estaciones de Vivaldi. El resultado es que cada pieza es distinta y
todas encajan como si se tratase de un gran puzle. Las 800 piezas de la fachada
y las 320 de la entrada del Ohla Eixample traducen la música en formas de
surcos, que se hacen más o menos profundos en función de su intensidad. Esta
concepción artística es un homenaje y un reconocimiento de la cerámica local de
Barcelona, que actualmente se exporta a diversas ciudades y edificios del
mundo.
En
cuanto al interiorismo, predomina una línea limpia con estilo estético basado en
la sinceridad de materiales nobles y naturales como la madera, la piel, el hierro
o el cemento. De este modo, las líneas vanguardistas se integran y combinan con
las líneas y materiales del antiguo edificio original, lo cual da una mayor
sensación de autenticidad y funcionalidad.